"El niño que no juega nunca niño llega a ser,pero el hombre que no juega pierde al niño que hay en él". Leonardo Castillo
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domingo, 13 de enero de 2008

¿los niños con los niños?

En la escuela, ¿los niños con los niños? PDF Imprimir E-Mail
escrito por Cecilia García (La Razón - Madrid)

Los defensores de la educación diferenciada aseguran que puede ser la clave para atajar el fracaso escolar - Unos 120 colegios en España separan a niños y niñas, al menos en las asignaturas que consideran «conflictivas»

«Hay que atender las diferencias entre el sexo femenino y el masculino, cualquier medida que se adopte para paliar el fracaso escolar que no tenga en cuenta esto, será una pérdida de tiempo»

Los niños por un lado y las niñas por otro para llegar al mismo sitio: el éxito escolar frente a un fracaso que provoca la deserción de las aulas. No hay ninguna coartada moral de otros tiempos ya lejanos que ampare a los que postulan las bondades de la educación diferenciada. Si acaso la certeza de que juntos es sinónimo a revueltos o, lo que es lo mismo: el de que, por razones biológicas, cognitivas y evolutivas los chicos no van al mismo ritmo que las niñas y a la inversa, y requieren una educación personalizada por sexos, al menos en algunas materias.


Esto es lo que defiende María Calvo, profesora de Derecho Administrativo en la Universidad Carlos III y autora de dos libros («Los niños con los niños, las niñas con las niñas» e «Iguales pero diferentes» Ed. Almuzara) que defiende la necesidad de una revolución en nuestro sistema de educación.


«Hay que atender las diferencias entre el sexo femenino y el masculino, cualquier medida que se adopte para paliar el fracaso escolar que no tenga en cuenta esto, será una pérdida de tiempo», afirma. Pero, ¿cuáles son estas divergencias? Según Calvo, que en sus libros se refiere a numerosos estudios científicos, los estrógenos y los andrógenos imponen sus propios criterios. Ya desde la octava semana de gestación hay rasgos que no son intercambiables entre los hombres y las mujeres y otros son más maleables. Por ejemplo, y salvo excepciones, a nadie se le escapa que los varones empiezan a andar antes que las féminas y éstas, por su parte, les llevan ventaja a la hora de expresarse verbalmente.


Destreza verbal


Son más precoces y tienen un vocabulario más rico. Esto, en cuanto se incorporen al colegio, influirá en su desarrollo académico. Entre los 7 y hasta los 16 años las niñas rinden intelectualmente más y su destreza verbal y escrita es superior, aparte de que absorben mucho mejor los conocimientos en lengua, historia y literatura, por poner tres ejemplos, por su interés más agudizado en hechos subjetivos como los acontecimientos.


Áreas ligadas con las matemáticas, la física o la geometría son, prácticamente un coto reservado a los chicos. «Es incuestionable que tienen una mayor capacidad innata para el razonamiento abstracto y para la visión espacio-temporal. No es un mito que sepan leer mejor los mapas es que es así, objetivamente», afirma Calvo.


Eso no quiere decir que unos y otras estén invalidados para las asignaturas que les sean más difíciles. Simplemente, necesitan más tiempo o un ritmo más lento para comprenderlas, lo que en un aula mixta no existe. Así, son frecuentes los desequilibrios entre unos y otros, entorpenciéndose en su progreso educativo. A esto hay que añadir las particulares características psicológicas entre unos y otros. No es una leyenda urbana que las chicas maduren más rápido que ellos. Son más perseverantes y, también se desenvuelven mejor en un aula tranquila y con el respaldo del profesor. A pesar de ser más maduras también son más inseguras.


Los chicos son más impulsivos e inquietos, por lo que su nivel de concentración es menor. Una tensión moderada en clase y la competitividad es un gran soporte para que rindan más. Y son menos dependientes de sus educadores que ellas. Por todo eso, añade Calvo, «responden mucho mejor a los retos, a las frases cortas y directas e, incluso a un tono reprobatorio».


El sistema de educación mixta actual, a juicio de esta autora, no beneficia a unos ni a otras. Se ha confundido la igualdad con la uniformidad, sin caer en la cuenta en las excepcionalidad de uno y otro sexo y la complicidad con los estudiantes con la permisividad excesiva.


Los varones, «perjudicados»


Y los más perjudicados son los varones. Mariano del Castillo, director del Instituto de Técnicas Educativas, subraya que, en los índices de fracaso escolar, los chicos están 15 puntos por encima que las chicas: «El ambiente educativo, mucho más ‘‘blandito’’, no les favorece. Necesitan más acción». Tanto Calvo como Del Castillo subrayan que en muchos de los países de nuestro entorno, en Suecia, Estados Unidos o Canadá, desde las instituciones públicas ya se está fomentando los colegios de educación diferenciada. En algunos Länders de Alemania, con el apoyo de los socialistas, los verdes y los colectivos feministas se autorizaron las clases diferenciadas por sexo.


«Se está haciendo un gran daño a la sociedad y a nuestros estudiantes. Hay que ser pragmáticos por lo que las administraciones deberían dar a los padres el derecho a poder elegir la educación diferenciada y que está opción esté dentro de la pública», afirma Del Castillo.


Hay modelos para casi todos los gustos: los colegios exclusivamente de varones y de féminas, el elegido mayoritariamente en Estados Unidos y Reino Unido o, el más innovador, que se les separe en las materias más «conflictivas» -matemáticas, lengua, física, química- y que luego compartan espacio de ocio como el recreo o el comedor.


El mismo plan de estudios


En España hay sólo unos 120 centros en los que se imparte la educación diferenciada. Uno de ellos es Monte Tabor, en la Comunidad de Madrid. Su director, José Antonio Perteguer, está satisfecho con la experiencia. Abierto desde hace dos años, la filosofía del centro es que «la escuela esté al servicio del niño y sus potencialidades y no al revés». Se les imparte idéntico plan de estudios, con los mismos contenidos, pero teniendo en cuenta que su evolución es distinta. Incluso, comenta Perteguer, son las niñas las más reacias a compartir determinadas clases con los chicos porque su nivel baja. La oposición es similar entre ellos, ya que su autoestima baja al compararse con ellas.


Y no hay ningún miedo por la falta de socialización entre unos y otros. No faltan espacios para compartir. Por ahora, en Monte Tabor está dando resultado: el índice de fracaso escolar no supera el seis por ciento. Ahora la pelota está en el tejado de la administración estatal y las autonómicas. Del Castillo afirma: «Saben que tienen un problema, pero no contemplan esta opción por una serie de prejuicios retrógrados. Se confunde el sexismo con la sensibilidad para apreciar sus diferencias».


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