"El niño que no juega nunca niño llega a ser,pero el hombre que no juega pierde al niño que hay en él". Leonardo Castillo
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domingo, 13 de enero de 2008

Educación: el derecho a elegir

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Familia-Educación - Educación-Enseñanza
escrito por Pablo García Mexía. Doctor Derecho Constitucional
Aun cuando el tenor final de la proposición de Estatuto de Autonomía de Cataluña, tal y como ha salido del Parlamento catalán, se ha suavizado gracias a pactos de ultimísima hora, resulta más que preocupante lo lejos que ha llegado con el modelo educativo laico, público y único que pretendía imponer. Máxime cuando se trata justamente del modelo que pretende reproducir el actual proyecto de Ley Orgánica de Educación, que se debate también en las Cortes.


Porque, a través de tal reproducción
, de eso se trata: de imponer, de evitar a toda costa la libertad, el derecho de los padres y madres a elegir la educación que deseen para sus hijos. Pero, ¿tan complicado resulta entender que un padre y una madre deseen para sus hijos un modelo de educación que les permita desarrollar su personalidad del modo que, como progenitores, desean? ¿Tan complejo es entender que todo lo que se está pidiendo es libertad? ¿Tan arduo es entender que ese derecho que se exige no lo es siquiera para que los hijos se eduquen en una escuela de una orientación determinada, pública o privada, laica o religiosa, sino simplemente en aquélla que, por contar con un determinado ideario sea justamente la de su elección, la de su libre elección?

Sobre todo: ¿tan complejo resulta comprender a los adalides de la más universal tolerancia frente a todo, salvo, eso sí, frente a cualesquiera postulados que ellos estimen más o menos contrarios a sus propios, intangibles, hasta rancios principios, tan complejo les resulta entender que la libertad de los padres de educar a sus hijos conforme a la educación religiosa o moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones, está recogida como derecho fundamental en la Constitución? ¿O pretenden mutar la Constitución por la vía de su simple parecer contrario -¿tan sobrevenido como inopinado, quizá?- a un texto que aglutinó el consenso de la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles?

El texto actual del artículo 27 de la Constitución, el que garantiza a los padres y madres el derecho fundamental a elegir la educación que desean para sus hijos, es justamente el que asegura a todos, a cualquier ciudadano, la posibilidad de enviar a sus hijos a estudiar donde desee. No me nieguen a mí, no nos nieguen a los millones de familias españolas que deseamos ejercerlo, el derecho inalienable a seguir haciéndolo.

Por otro lado, ¿por qué tanto empeño en prohibir, en este caso la religión en la escuela? Olvidan que la enseñanza de la religión católica es solicitada nada menos que por el 80% de los padres y madres españoles que envían a sus hijos a centros públicos. Comiencen por favor por disuadirles a ellos, para que renuncien a esa enseñanza para sus hijos, para que dejen de solicitarla.

Me contaba hace unos meses una alumna en la Universidad, tras concluir la clase que ese día habíamos dedicado a la libertad religiosa, que ella no iba a misa, pero que “su abuela, sí”, y que le gustaba mucho que su abuela siguiera haciéndolo, porque le generaba una especie de “tranquilidad”. Es muy probable que la mayoría de los padres y madres que optan por la enseñanza de la religión católica para sus hijos tampoco vayan a misa, pero también que tengan una sensación muy semejante a la de mi alumna, y que el hecho de que sus hijos cursen esa asignatura les proporcione esa misma sensación.

Sea como fuere, el derecho a elegir la educación que se desee para los hijos no rige sólo para elegir una educación católica, ni siquiera de cualquier otra confesión religiosa. Rige también para garantizar a padres y madres el derecho a elegir una educación privada y no pública, o laica en la escuela pública, o laica en un centro privado, como también obviamente laica en un centro público. El hecho de que una determinada iniciativa legislativa pretenda cercenar la educación privada y religiosa, mediante la forzosa creación de un sistema único, público y laico (laicista, más bien, que no es en absoluto lo mismo), no debe, no puede hacernos olvidar que ese derecho fundamental también protege a quienes por libre elección optan por una educación justamente pública y laica para sus hijos: al hacerlo, es esencial resaltarlo, también estos padres y madres están ejerciendo un derecho fundamental, y no simplemente inscribiendo a sus hijos entre los beneficiarios de un “servicio público”.

A pesar de su evidente dimensión prestacional, la educación es mucho más que un simple servicio público, es un derecho fundamental, de los hijos a recibirla, de los padres a elegirla de acuerdo con sus convicciones. De todos los padres, de los católicos y de los no católicos; de los que optan por la escuela privada y de los que eligen la escuela pública. Es esta posibilidad de elección, amplia, libre, plural, la que debemos defender.


¿los niños con los niños?

En la escuela, ¿los niños con los niños? PDF Imprimir E-Mail
escrito por Cecilia García (La Razón - Madrid)

Los defensores de la educación diferenciada aseguran que puede ser la clave para atajar el fracaso escolar - Unos 120 colegios en España separan a niños y niñas, al menos en las asignaturas que consideran «conflictivas»

«Hay que atender las diferencias entre el sexo femenino y el masculino, cualquier medida que se adopte para paliar el fracaso escolar que no tenga en cuenta esto, será una pérdida de tiempo»

Los niños por un lado y las niñas por otro para llegar al mismo sitio: el éxito escolar frente a un fracaso que provoca la deserción de las aulas. No hay ninguna coartada moral de otros tiempos ya lejanos que ampare a los que postulan las bondades de la educación diferenciada. Si acaso la certeza de que juntos es sinónimo a revueltos o, lo que es lo mismo: el de que, por razones biológicas, cognitivas y evolutivas los chicos no van al mismo ritmo que las niñas y a la inversa, y requieren una educación personalizada por sexos, al menos en algunas materias.


Esto es lo que defiende María Calvo, profesora de Derecho Administrativo en la Universidad Carlos III y autora de dos libros («Los niños con los niños, las niñas con las niñas» e «Iguales pero diferentes» Ed. Almuzara) que defiende la necesidad de una revolución en nuestro sistema de educación.


«Hay que atender las diferencias entre el sexo femenino y el masculino, cualquier medida que se adopte para paliar el fracaso escolar que no tenga en cuenta esto, será una pérdida de tiempo», afirma. Pero, ¿cuáles son estas divergencias? Según Calvo, que en sus libros se refiere a numerosos estudios científicos, los estrógenos y los andrógenos imponen sus propios criterios. Ya desde la octava semana de gestación hay rasgos que no son intercambiables entre los hombres y las mujeres y otros son más maleables. Por ejemplo, y salvo excepciones, a nadie se le escapa que los varones empiezan a andar antes que las féminas y éstas, por su parte, les llevan ventaja a la hora de expresarse verbalmente.


Destreza verbal


Son más precoces y tienen un vocabulario más rico. Esto, en cuanto se incorporen al colegio, influirá en su desarrollo académico. Entre los 7 y hasta los 16 años las niñas rinden intelectualmente más y su destreza verbal y escrita es superior, aparte de que absorben mucho mejor los conocimientos en lengua, historia y literatura, por poner tres ejemplos, por su interés más agudizado en hechos subjetivos como los acontecimientos.


Áreas ligadas con las matemáticas, la física o la geometría son, prácticamente un coto reservado a los chicos. «Es incuestionable que tienen una mayor capacidad innata para el razonamiento abstracto y para la visión espacio-temporal. No es un mito que sepan leer mejor los mapas es que es así, objetivamente», afirma Calvo.


Eso no quiere decir que unos y otras estén invalidados para las asignaturas que les sean más difíciles. Simplemente, necesitan más tiempo o un ritmo más lento para comprenderlas, lo que en un aula mixta no existe. Así, son frecuentes los desequilibrios entre unos y otros, entorpenciéndose en su progreso educativo. A esto hay que añadir las particulares características psicológicas entre unos y otros. No es una leyenda urbana que las chicas maduren más rápido que ellos. Son más perseverantes y, también se desenvuelven mejor en un aula tranquila y con el respaldo del profesor. A pesar de ser más maduras también son más inseguras.


Los chicos son más impulsivos e inquietos, por lo que su nivel de concentración es menor. Una tensión moderada en clase y la competitividad es un gran soporte para que rindan más. Y son menos dependientes de sus educadores que ellas. Por todo eso, añade Calvo, «responden mucho mejor a los retos, a las frases cortas y directas e, incluso a un tono reprobatorio».


El sistema de educación mixta actual, a juicio de esta autora, no beneficia a unos ni a otras. Se ha confundido la igualdad con la uniformidad, sin caer en la cuenta en las excepcionalidad de uno y otro sexo y la complicidad con los estudiantes con la permisividad excesiva.


Los varones, «perjudicados»


Y los más perjudicados son los varones. Mariano del Castillo, director del Instituto de Técnicas Educativas, subraya que, en los índices de fracaso escolar, los chicos están 15 puntos por encima que las chicas: «El ambiente educativo, mucho más ‘‘blandito’’, no les favorece. Necesitan más acción». Tanto Calvo como Del Castillo subrayan que en muchos de los países de nuestro entorno, en Suecia, Estados Unidos o Canadá, desde las instituciones públicas ya se está fomentando los colegios de educación diferenciada. En algunos Länders de Alemania, con el apoyo de los socialistas, los verdes y los colectivos feministas se autorizaron las clases diferenciadas por sexo.


«Se está haciendo un gran daño a la sociedad y a nuestros estudiantes. Hay que ser pragmáticos por lo que las administraciones deberían dar a los padres el derecho a poder elegir la educación diferenciada y que está opción esté dentro de la pública», afirma Del Castillo.


Hay modelos para casi todos los gustos: los colegios exclusivamente de varones y de féminas, el elegido mayoritariamente en Estados Unidos y Reino Unido o, el más innovador, que se les separe en las materias más «conflictivas» -matemáticas, lengua, física, química- y que luego compartan espacio de ocio como el recreo o el comedor.


El mismo plan de estudios


En España hay sólo unos 120 centros en los que se imparte la educación diferenciada. Uno de ellos es Monte Tabor, en la Comunidad de Madrid. Su director, José Antonio Perteguer, está satisfecho con la experiencia. Abierto desde hace dos años, la filosofía del centro es que «la escuela esté al servicio del niño y sus potencialidades y no al revés». Se les imparte idéntico plan de estudios, con los mismos contenidos, pero teniendo en cuenta que su evolución es distinta. Incluso, comenta Perteguer, son las niñas las más reacias a compartir determinadas clases con los chicos porque su nivel baja. La oposición es similar entre ellos, ya que su autoestima baja al compararse con ellas.


Y no hay ningún miedo por la falta de socialización entre unos y otros. No faltan espacios para compartir. Por ahora, en Monte Tabor está dando resultado: el índice de fracaso escolar no supera el seis por ciento. Ahora la pelota está en el tejado de la administración estatal y las autonómicas. Del Castillo afirma: «Saben que tienen un problema, pero no contemplan esta opción por una serie de prejuicios retrógrados. Se confunde el sexismo con la sensibilidad para apreciar sus diferencias».


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